Me cuento entre los ministros de Dios.
1. No seamos hoy ni arrogantes ni falsamente humildes. 2Ya hemos superado tales necedades. 3No podemos juzgarnos a nosotros mismos ni hace falta que lo hagamos. 4Eso no haría más que aplazar la decisión que tenemos que tomar y demorar nuestro compromiso con nuestra función. 5No es a nosotros a quien corresponde juzgar nuestra valía, ni tampoco podríamos saber cuál es el mejor papel para nosotros o qué es lo que podemos hacer dentro de un plan más amplio que no podemos captar en su totalidad. 6Nuestro papel se nos asigna en el Cielo, no en el infierno. 7Y lo que pensamos que es debilidad puede ser fortaleza, y lo que creemos que es nuestra fortaleza a menudo es arrogancia.
2. Sea cual sea el papel que se te asignó, fue seleccionado por la Voz que habla por Dios, Cuya función es asimismo hablar por ti. 2Dado que el Espíritu Santo ve tus puntos fuertes exactamente como son y es consciente de dónde se puede hacer el mejor uso de ellos, con qué propósito y a quién pueden ayudar y cuándo, elije y acepta tu papel por ti. 3No actúa sin tu consentimiento. 4Pero no se deja engañar con respecto a lo que eres y únicamente escucha Su Voz en ti.
3. Mediante esta capacidad Suya de oír una sola Voz, la Cual es la Suya Propia, es como por fin cobras conciencia de que en ti hay sólo una Voz. 2Y esa única Voz te asigna tu función, te la comunica y te proporciona las fuerzas necesarias para que puedas comprenderla, llevar a cabo lo que requiere, así como triunfar en todo lo que hagas que esté relacionado con ella. 3Dios se une a Su Hijo en esto, y Su Hijo se convierte de este modo en el mensajero de la unidad junto con Él.
4. Esta unión de Padre e Hijo, por medio de la Voz que habla por Dios, es lo que hace que la salvación sea algo aparte del mundo. 2Ésta es la Voz que habla de leyes que el mundo no obedece y la que promete salvarnos de todo pecado y abolir la culpa de la mente que Dios creó libre de pecado. 3Ahora esta mente vuelve a cobrar conciencia de Aquel que la creó y de su eterna unión consigo misma. 4Y así, su Ser constituye la única realidad en la que su voluntad y la de Dios están unidas.
5. El mensajero no escribe el mensaje que transmite. 2Tampoco cuestiona el derecho del que lo escribe ni pregunta por qué razón ha escogido aquellos que han de recibir el mensaje del que él es portador. 3Basta con que lo acepte, lo lleve a quienes va destinado y cumpla con su cometido de entregarlo. 4Si trata de determinar cuáles deben ser los mensajes, o cuál es su propósito o adónde se deben llevar, no estará desempeñando debidamente su papel de portador de la Palabra.
6. Hay una diferencia fundamental en el papel que desempeñan los mensajeros del Cielo que los distingue de los mensajeros del mundo. 2Los mensajes que transmiten van dirigidos en primer lugar a ellos mismos. 3Y es únicamente en la medida en que los pueden aceptar para sí que se vuelven capaces de llevarlos más lejos y de transmitirlos allí donde se dispuso que fueran recibidos. 4Al igual que los mensajeros del mundo, ellos no escribieron los mensajes de los que son portadores, pero se convierten, en rigor, en los primeros que los reciben a fin de prepararse para darlos.
7. Un mensajero terrenal cumple su misión transmitiendo todos los mensajes de que es portador. 2Los mensajeros de Dios desempeñan su papel aceptando Sus mensajes como si fuesen para ellos mismos; y demuestran que han entendido los mensajes cuando se los transmiten a otros. 3No aceptan ningún papel que no les haya sido asignado por Su autoridad. 4Y de esta forma, se benefician con cada mensaje que transmiten.
8. ¿Queréis recibir los mensajes de Dios? 2Pues así es como os convertís en Sus mensajeros. 3Sois nombrados ahora. 4No obstante, os demoráis en transmitir los mensajes que habéis recibido 5y de esta forma no os dais cuenta de que son para vosotros, por lo tanto, no los reconocéis. 6Nadie puede recibir y comprender que ha recibido, hasta que no da. 7Pues sólo al dar puede aceptar que ha recibido.
9. Vosotros que sois ahora los mensajeros de Dios, recibid Sus mensajes, 2pues es parte de la función que se os asignó. 3Dios no ha dejado de ofreceros lo que necesitáis ni tampoco ha dejado de aceptarse. 4No obstante, hay otra parte de la tarea que se os ha encomendado que todavía tiene que llevarse a cabo. 5Aquel que recibió los mensajes de Dios por vosotros quisiera que vosotros también los recibierais. 6Pues de esta manera os identificáis con Él y reivindicáis lo que es vuestro.
10. Esta unión es lo que nos proponemos reconocer hoy. 2No trataremos de mantener nuestras mentes separadas de Aquel que habla por nosotros, pues es nuestra propia voz la que oímos cuando Le prestamos atención. 3Únicamente Él puede hablarnos a nosotros y hablar por nosotros, al unir en una sola Voz el recibir y el dar de la Palabra de Dios; el dar y el recibir de Su Voluntad.
11. Nuestra práctica de hoy consiste en darle a Él lo que es Su Voluntad tener, de manera que podamos reconocer los dones que nos concede. 2Él necesita nuestra voz para poder hablar por medio de nosotros. 3Necesita nuestras manos para que reciban Sus mensajes y se los lleven a quienes Él nos indique. 4Necesita nuestros pies para que nos conduzcan allí donde Su Voluntad dispone, de forma que aquellos que esperan acongojados puedan por fin liberarse. 5Y necesita que nuestra voluntad se una a la Suya para que podamos ser los verdaderos receptores de Sus dones.
12. Aprendamos sólo esta lección el día de hoy: que no reconoceremos lo que hemos recibido hasta que no lo demos. 2Has oído esto cientos de veces y de cien maneras diferentes y, sin embargo, todavía no lo crees. 3Mas una cosa es segura: hasta que no lo creas, recibirás miles y miles de milagros pero no sabrás que Dios no se ha quedado con ningún don más allá de los que tú ya posees ni le ha negado a Su Hijo la más mínima bendición. 4¿Qué significado puede tener esto para ti mientras no te hayas identificado con el Hijo y con lo que es suyo?
13. Nuestra lección de hoy reza así:
2Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios por los cuales puedo llegar a reconocer que soy libre.
14. El mundo retrocede a medida que iluminamos nuestras mentes y reconocemos la veracidad de estas santas palabras, 2pues constituyen el mensaje que hoy nos envía nuestro Creador. 3Ahora demostraremos cómo esas palabras han cambiado lo que pensábamos acerca de nosotros mismos y de lo que era nuestra función. 4Pues al demostrar que no aceptamos ninguna voluntad que no compartamos, los numerosos dones que nuestro Creador nos concede aparecerán de inmediato ante nuestra vista y llegarán a nuestras manos, y así reconoceremos lo que hemos recibido.