Todas las cosas son ecos de la Voz que habla por Dios.
7. Deja que sólo la Voz que habla por Dios sea el único juez de lo que es digno que tú creas. 2Él no te dirá que debes juzgar a tu hermano basándote en lo que tus ojos ven en él ni en lo que su boca le dice a tus oídos o en lo que el tacto de tus dedos te informa acerca de él. 3Él ignora todos esos inútiles testigos, que no hacen sino dar falso testimonio del Hijo de Dios. 4Sólo reconoce lo que Dios ama, y en la santa luz de lo que Él ve todos los sueños del ego con respecto a lo que tú eres se desvanecen ante el esplendor que contempla.
8. Deja que Él sea el Juez de lo que eres, pues en Su certeza la duda no tiene cabida, ya que descansa en una Certeza tan grande que ante Su faz dudar no tiene sentido. 2Cristo no puede dudar de Sí Mismo. 3La Voz que habla por Dios tan sólo puede honrarle y deleitarse en Su perfecta y eterna impecabilidad. 4Aquel a quien Él ha juzgado no puede sino reírse de la culpa, al no estar ahora dispuesto a seguir jugando con los juguetes del pecado, ni a hacerle caso a los testigos del cuerpo al encontrarse extático ante la santa faz de Cristo.
9. Así es como Él te juzga. 2Acepta Su palabra con respecto a lo que eres, pues Él da testimonio de la belleza de tu creación y de la Mente Cuyo Pensamiento creó tu realidad.